jueves, 12 de abril de 2012

Seres eléctricos

Patente de corso
El iceberg del Titanic
XLSemanal - 06/6/2011

Ayer entré en un bar y no pude tomarme un vermut porque la máquina registradora no funcionaba. Era un chisme con pantalla táctil y casillas determinadas para cada consumición, y se había estropeado. Le dije al camarero que me dijese cuánto debía, y punto. Como toda la vida. Pero respondió que imposible. Tenía que marcarlo antes. Sus jefes no le dejaban hacer otra cosa; y hasta que la máquina funcionase, no podía servir nada. Así que me fui al bar de enfrente, regentado por una china simpática: un sitio como Dios manda, con moscas, albañiles y borracho de plantilla. La dueña hablaba español con acento entre chino y de Lavapiés. Tomé mi vermut, pagué y dejé propina. Cuando salí a la calle me acordaba del Titanic, que era insumergible, y de los mil y pico gilipollas que se ahogaron en él con cara de asombro, como diciendo: esto no puede pasarme a mí. Cielos. No estaba previsto.

Mientras me alejaba, pensé más cosas. En cómo nos gusta apretar un botón y tener la vida resuelta. En los peligrosos atajos suicidas por donde nos deslizamos sin vuelta atrás, por la cuerda floja. En cómo hacemos el mundo cada vez más vulnerable, sujeto al chispazo más tonto, al fallo inevitable, al iceberg puesto por el Destino en el rumbo del frágil barco en el que navegamos a toda máquina, a ciegas en la noche. En los millones de cuentas bancarias y tarjetas de crédito, por ejemplo, que unos piratas informáticos destriparon hace unos días, al meterse en unas plataformas de juegos electrónicos. O en el amigo contándome hace poco que, durante un viaje a Nueva York, perdió su teléfono móvil y con él toda su agenda; y cuando le pregunté por qué no tenía una libreta de teléfonos anotados, como yo, me dijo: «Hala, antiguo», como si yo fuera el abuelo Cebolleta.

Recordé también cuando fui a echar una carta a Correos y se había ido la luz, y el de la ventanilla me dijo que verdes las iban a segar, porque la máquina de franquear era eléctrica. Y cuando pedí un sello de siempre, de aquellos con el careto del rey, se tronchó de risa y dijo que de eso no tenían ya. Que probara suerte en un estanco. También recordé cuando en un restaurante no funcionó el chisme de las tarjetas y el camarero dijo que esperase a que volviera la línea, y yo respondí que me hicieran una copia manual de la tarjeta o me iba a esperar a la calle, y entonces me hicieron la copia. Aunque la culpa fue mía; porque también, como todos, llevo la cartera llena de plástico con claves, chips y cosas así, y me la rifo aceptando las reglas de esta ruleta rusa en la que, en nombre del confort y el mínimo esfuerzo, nos zambullimos todos de cabeza. Entre otras cosas -lo diré a modo de descargo-, porque a quien no acepta lo dejan fuera. Hace tiempo, por ejemplo, que es imposible sacar un billete de avión normal en una oficina de Iberia de Madrid, y cualquier día las agencias dejan de emitirlos. Entonces sólo podrán sacarse por Internet; y el que no sepa manejarse allí, o no le apetezca, o sea un carcamal opuesto a teclas y pantallas de ordenador, que se fastidie. Que trague, o que no viaje.

Y así, unos sinvergüenzas ahorran personal y sueldos, y otros idiotas nos vamos al diablo. Resolver cualquier problema nos cuesta horas de teléfono frente a voces enlatadas, marcando tal para esto o cual para lo otro. Todo cristo se ha puesto contestador automático en el móvil, en vez de la antigua señal de comunicando sale un buzón de voz, y ahora llamamos cinco veces a quien antes llamábamos una. Coches que antes se reparaban con una llave inglesa quedan bloqueados y ni gira el volante al menor fallo electrónico. O nos vemos sin teléfono, sin ordenador portátil, sin tableta electrónica o sin lo que sea, porque se escachifolla el cargador y la tienda de repuestos no abre hasta mañana. O no hay tienda. Yo mismo, el idiota al que mejor conozco, dependo cada día de que haya electricidad para que funcionen el teclado y la pantalla con que me gano la vida. De nada me sirve haber tenido la precaución de conservar dos viejas Olivetti, por si acaso, si ya no venden en ningún sitio las cintas de máquina de escribir que las alimentan.

Hay un consuelo: así lo hemos querido. Nadie nos obligaba. Pero hasta los más renuentes hemos aceptado las reglas de este disparate. De esta espiral imbécil. Nunca fuimos tan vulnerables como hoy. Hemos olvidado, porque nos conviene, que cada invento confortable tiene su accidente específico, cada Titanic su iceberg y cada playa paradisíaca su ola asesina. Por eso nos van a dar, pero bien. A todos. Ya nos están dando. Y déjenme que les diga algo: a veces, incluso cuando palmo yo, me alegro. O casi. Hay siglos en que simpatizo con el profesor Moriarty.



 Que Fortuna ampare a Reverte.

16 comentarios:

  1. Reflexiones geniales, que ya en un momento u otro, también me han venido a la mente.
    Hace unos días ví en el portal...(ojo) del edificio donde trabajo, no en internet jeje, un aviso de que cortarían la luz de tal día a cual horas. Pasamos de él y cuando entramos a trabajar el día D al poco tiempo !Plas!, nos suena la alarma atronadora, el teléfono deja de funcionar, el PC no sirve para nada, estamos medio en penumbras con una cara de gilipollas que no veas. Y con los brazos cruzados sin saber qué hacer...
    Muchas veces me he preguntado cómo podrían vivir en esos lugares que suelo visitar, de hace un montón de siglos, sin agua, sin luz, sin casi nada, y a veces reconozco que les he llegado a envidiar.

    ResponderEliminar
  2. Bueno empecemos...
    Se me acaba de borrar el comentario que era una jartá de largo porque me has tocado la fibra con tu entrada de hoy.
    Te decía que la culpa la tenemos nosotrospor haber entrado en el juego, pero está claro que si nos movemos no salimos en la foto.
    Mi guerra es con el móvil, a toda costa quieren meterme uno de última generación y yo sólo lo quiero, como le digo a ellos, "para hablar" y tengo que estar peleando para que entiendan que no necesito leer mis correos en el cine ni hacer fotos de no sé cuanos megapixes. Se empeñan en decirme que es gratis y yo me empeño en decirles que el motivo no es el dinero. Lo he dejado por imposible: no me entienden.
    Eso sí me han avisado que el próximo será más sofisticados, porque los teléfonos que sirven para hablar ya no se hacen ¿qué te parece? Así esque aquí nado cidándolo como oro en paño.

    ResponderEliminar
  3. ¡Que me vas a contar a mí, sin móvil ni tarjeta de crédito, los problemas que acarrea ser tan Neanderthal!.
    Pero así soy feliz....

    ResponderEliminar
  4. Los desahogos de Reverte son apropiados y justos pero solo son eso, un desahogo. Un desahogo del que se ve a si mismo por encima del bien y del mal. Bien sabemos que ni él ni nadie está dispuesto a cambiar el chip del cerebro por una vieja bobina eléctrica.

    ResponderEliminar
  5. Pues sí, tiene razón, pero a ver quien es el guapo que renuncia a todo eso, prescinde de ello, y lleva una vida "normal"....
    Siempre denuncia en el buen sentido este menda, pero sigue siendo un faltón. Le sobran un par de insultos.

    Un beso, pater.

    ResponderEliminar
  6. No le quito razón -en parte- pero es tan sumamente arrogante, que leerle me cuesta un huevo. Me parece un listo. Y conste, que este se lo he leído entero porque lo has puesto tú.

    Un besete, Temujin :)

    ResponderEliminar
  7. Nos guste o no, estamos en un camino sin vuelta atrás. Y aun reconociendo que hay muchas actitudes y cachivaches ridículos, me carga un poco esa actitud del divino Reverte; con el que no siempre estoy de acuerdo, ni mucho menos.
    Pero bueno, el aire general de queja por el exceso de mecanización -a veces sobrante: solo a veces- puedo entenderlo.

    ResponderEliminar
  8. jajajaja el abuelo cebolleta jajaja ese puntazo me ha gustado muchooooooooooo...!!! a mi tampoco me gustan las tarjetas de crédito me pareces super capitalistas y cuando las necesitas muchas veces no funcionan... recuerdo que en un pueblo perdido de Cuenca a la hora de pagar una comilona con los amigos como era una pueblicito muy pequeño no había cajero automático y tuve que utilizar la tarjeta porque no quería quedarme sin metálico... y zasssssssssss saco mi tarjeta y me dicen que es incompatible la de 4 bancos con su máquina... yo le miro y le digo SAQUE OTRA COÑO... no tenemos, prefiero no decir lo que se me paso por la cabeza porque en el banco en ese momento tenía unos ahorrillos que me quedaron después de pagar mi C4 en metálico ¿TE IMAGINAS? LA MALA LECHE AÚN ME QUEDA AL RECORDAR porque lo abone :( en metálico y de nuevo la tarjeta en la cartera de adorno........no hay derecho....... Y UNA VEZ AL AÑO CARGO DE RENOVACIÓN...
    a tomarrrrrrrr por c........lo


    Que a gusto me he quedado creo que esta vez por todas he podido sacarme el trauma ocasionado con ese patético momento jejeje, un besazo burgalés MUAKKKKKKK

    ResponderEliminar
  9. Zalez, increíblemente se puede vivir sin tanto aparato eléctrico...

    ResponderEliminar
  10. Tracy lo de los teléfonos de última generación es la l...e, algunos incluso sirven para llamar para teléfono, no digo más...

    ResponderEliminar
  11. Toy ¡¡¡eres un heroe!!! si señor...

    ResponderEliminar
  12. Doctor, el dice lo que piensa y eso en este país esta muy mal visto. Conversaciones que se escuchan en cualquier lugar, dichas de modo público hace que seas un objetivo fácil..

    ResponderEliminar
  13. Novicia, no coincido con tu opinion, en muchos casos se queda corto... jajajaja

    ResponderEliminar
  14. Vero, muchas gracias por tu "deferencia"... Un beso guapa..

    ResponderEliminar
  15. Rick, las personalidades fuertes es fácil que choquen...

    ResponderEliminar
  16. Estela, desahógate mujer, aquí tienes mi hombro jajajaja

    ResponderEliminar

Piensa como piensan los sabios, más habla como habla la gente sencilla. Aristoteles (384 AC-322 AC). Filósofo griego.