No se donde lei que habia gente que "retrataba" la aureola de las personas. Ese espacio vital que yo si creo que existe y que crece o mengua en función de las vivencias de cada cual.
Si uno es pastor a zurrón o una persona que vive en un pueblo pequeño su "espacio vital" es muy grande.
A esas personas se las saluda desde lejos, simplemente es asi. No están acostumbrados a compartir el espacio y si te acercas a ellos sin saludar desconfían, se ven agredidos. Eso es de primero de psicología de Daniel F. , afamado psicólogo del Hunibersiti Gamonal Scul and Colessss.
Sin embargo si uno vive en una ciudad y está acostumbrado a ir en esos sitios inmundos que se llaman transporte colectivo, la cosa cambia.
Esas máquinas donde se amontonan seres humanos como en camiones de ganado con la peregrina y estúpida disculpa del bien común cambian al individuo.
Son esos artefactos colectivos para viajeros prisioneros que se utilizan para ir de un sitio a otro sin elegir dónde pueden o no pueden parar. Estos aparatos donde se comparten olores, sabores, bacterias, virus, ropa sin lavar, pequeños animales y sobacos cantantes de desodorantes baratos en cuerpos sin ducha, esto es otro tema.
Esos artilugios anulan el espacio vital de los seres humanos.
El Viajero tiene que oír la conversación de una adolescente con granos que enseña escote y utiliza el término "tia" para hablar con otro espécimen de su grupo.
El Viajero tiene que aguantar a un individuo madurito con barbas que se cree el salvador de la Naturaleza con la pegatina del puto grinpis en la solapa. Esta contento al ir en transporte impúblico porque se piensa que asi contribuye al medioambiente (otra palabrita que merece una entrada).
El Viajero tiene que soportar al móvil con gilipollas incorporado que lleva una camiseta que le sobra por todos los lados con numeritos grabados, el individuo que va enseñando sus calzoncillos de marca con visera puesta del revés. El Viajero piensa que le hace falta un buen tortazo en los morros...
El Viajero se compadece y solidariza con ese jubilado respetable, esa persona con toda una vida de trabajo honrado a sus espaldas, bien vestido, digno, con los zapatos limpìos ese al que le gustaba conducir y que se arrepiente de haberse dejado caducar el Carnet de Conducir por recomendación de sus egoístas hijos y ahora tiene que aguantar estoicamente toda esta mara .
El Viajero ayuda a esa señora ya mayor que lleva la compra en bolsas de Mercadona y que mentalmente echa cuentas para llegar a fin de mes. Esa que sufre dos hijos en casa que no dan palo al agua porque no encuentran de lo suyo. Esa mujer sin festivos, sin descanso . Los muy cabrones ni ayudan a su madre. El Viajero siempre se quita el sombrero ante estas personas que dan validez a las palabras dignidad, ciudadano y familia . Al Viajero cuando se imagina a los parásitos que sufre esta señora se le sube la sangre al campanario.
El Viajero intenta no asesinar, le cuesta pero lo consigue, al que lleva los cascos de últimageneración con música, aires de suficiencia y reloj supùestamente inteligente, el imbécil que se piensa que asi va a la última, como si la inteligencia electrónica supliese la dignidad. Ese que se ve superior al resto.
Toda esta fauna ve reducido al mínimo su espacio vital.
Esos seres no saludan hasta que casi no se rozan contigo (excepto la señora y el jubilado que siempre son excelentes compañeros de viaje, por lo menos saludan y hablan del tiempo).
Esta fauna, es más, están pegados a ti y ni hablan los joputas. Y si les hablas te miran raro, son seres que no están acostumbrados a la conversación y la Humanidad, solo habituados al roce.
Y lo peor de todo es que lo hacen voluntariamente, no lo entiendo.
Algunas veces cuando me preguntan : ¿Le gustan los perros? yo contesto: "Señor, yo como de todo". Y la gente se enfada, tampoco lo entiendo.
Esto de los perros como dice Miquel, merece un estudio aparte.
La gente no quiere tener hijos por las obligaciones que imponen a una sociedad egoísta, hedonista y vaga, lo comprendo, o no, de hecho no lo comprendo. Tienen perros que también les proporcionan obligaciones.
Somos gilipollas, cada uno en su cáscara, eso sí.
Bueno... mejor dicho, son gilipòllas, que esto de la culpabilización colectiva tampoco va conmigo, que cada palo aguante su vela, que yo tengo tres hijos y no soy tan gilipollas, creo.
Por cosas como estas soy un individualista intransigente que no un solitario militante.
Es decir, si usted quiere ir en transporte público me parece muy bien o usted desea tener perro tampoco tengo ningún problema con usted.
No me venda las ventajas del transporte impúblico, no me diga usted a mi como debo o no debo viajar, ni quiera limitar mis viajes, ni que le ría las putas gracias a su maleducado perro.
La mala educación es una enfermedad hereditaria estoy seguro, pasa de padres a hijos y de amos a perros..
Otro dia hablamos de la alimentación... que también da para una entrada.
Que Fortuna nos propicie espacio vital.