Mostrando entradas con la etiqueta Descartes. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Descartes. Mostrar todas las entradas

lunes, 20 de junio de 2016

Mi pequeña Biblia.

El principio del libro me enganchó por completo, dice algo como esto:

El buen sentido es la cosa más repartida del mundo, pues cada cual piensa que posee tan buena provisión de él, que aun los más descontentos respecto a cualquier otra cosa no suelen apetecer más del que ya tienen..


Ahí comencé la lectura del libro que más me ha fascinado en mi vida, sin quererlo, ni buscarlo, un dia coincidí en un mercado de libros viejos con él, creo que la mayoría de las cosas excepcionales en la vida aparecen así, Fortuna nos premia y castiga de forma aleatoria.

Cuando seguí leyendo el viejo libro me encontré con este "Método" para conducirse por la vida y ,en la medida de lo posible, lo tome como referencia cierta, como modo de estructurar mis actos, ya que mis pensamientos vuelan de un lado a otro, sin más precisión que una hoja a merced del viento.

En mi profesión no puedo decir que soy seguidor de Descartes, no puedo decir que me gusta leer y releer este libro, me acusarían de "cultureta y chulo".

Desde muy pequeño nunca tuve ídolos, nunca me hicieron falta, es más, siempre vi un tanto estúpido adorar ciegamente a persona o movimiento alguno, me parece pueril y creo que engendra limitaciones perjudiciales a las personas.
Sin embargo, este libro me marcó y decidí seguir sus lineas maestras (con algunas objeciones) para conducirme por la vida.
Os dejo un pequeño resumen de su modo de conducta, los pasos que Descartes decidió, debían estructurar su vida, sus auto-impuestas leyes de conducta,  que algunas veces intento imitar y que me han sido útiles muchas veces.



La primera fue seguir las leyes y las costumbres de mi país, conservando constantemente la religión en que la gracia de Dios hizo que me instruyeran desde niño, rigiéndome en todo lo demás por las opiniones más moderadas y más apartadas de todo exceso, que fuesen comúnmente admitidas en la práctica por los más sensatos de aquellos con quienes tendría que vivir. Porque habiendo comenzado ya a no contar para nada con las mías propias, puesto que pensaba someterlas todas a un nuevo examen, estaba seguro de que no podía hacer nada mejor que seguir las de los más sensatos. Y aun cuando entre los persas y los chinos hay quizá hombres tan sensatos como entre nosotros, parecíame que lo más útil era acomodarme a aquellos con quienes tendría que vivir; y que para saber cuáles eran sus verdaderas opiniones, debía fijarme más bien en lo que hacían que en lo que decían, no sólo porque, dada la corrupción de nuestras costumbres, hay pocas personas que consientan en decir lo que creen, sino también porque muchas lo ignoran, pues el acto del pensamiento, por el cual uno cree una cosa, es diferente de aquel otro por el cual uno conoce que la cree, y por lo tanto muchas veces se encuentra aquél sin éste.

En particular consideraba yo como un exceso toda promesa por la cual se enajena una parte de la propia libertad.

Mi segunda máxima fue la de ser  en mis acciones lo más firme y resuelto que pudiera y seguir tan constante en las más dudosas opiniones, una vez determinado a ellas, como si fuesen segurísimas, imitando en esto a los caminantes que, extraviados por algún bosque, no deben andar errantes dando vueltas por una y otra parte, ni menos detenerse en un lugar, sino caminar siempre lo más derecho que puedan hacia un sitio fijo, sin cambiar de dirección por leves razones, aun cuando en un principio haya sido sólo el azar el que les haya determinado a elegir ese rumbo; pues de este modo, si no llegan precisamente adonde quieren ir, por lo menos acabarán por llegar a alguna parte, en donde es de pensar que estarán mejor que no en medio del bosque.

Mi tercera máxima fue procurar siempre vencerme a mí mismo antes que a la fortuna, y alterar mis deseos antes que el orden del mundo, y generalmente acostumbrarme a creer que nada hay que esté enteramente en nuestro poder sino nuestros propios pensamientos , de suerte que después de haber obrado lo mejor que hemos podido, en lo tocante a las cosas exteriores, todo lo que falla en el éxito es para nosotros absolutamente imposible. 


Un saludo


Que Fortuna nos guié.