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lunes, 16 de diciembre de 2013

Las malas compañías y los buenos consejos.


Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;

era un reloj de sol mal encarado.
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado.

Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egito,
los doce tribus de narices era;

érase un naricísimo infinito,
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.

Dicen que este soneto iba dedicado a su oponente comemisas, un tal Gongora. Un ingenio ácido y punzante el de este madrileño universal, que dio con sus huesos en el encierro por poner su nariz (grande o pequeña) contra los grandes.

Dicen que iba mucho a las tabernas, que era crápula, mujeriego y hábil con la espada, que la sacaba a quien le hiciera menester el desafío.

Decían de él:

El tribunal de la justa venganza, erigido contra los escritos de Francisco de Quevedo, maestro de errores, doctor en desvergüenzas, licenciado en bufonerías, bachiller en suciedades, catedrático de vicios y protodiablo entre los hombres.

Seguramente de haberle conocido hubiese congeniado con él, siempre me gustaron más las malas compañías que las que se ofrecen como buenas, hay tanta gente dando buenos consejos que uno no sabe bien si hacerles caso a todos o mandarles a tomar por saco.

Un poco más o un poco menos siempre nos gustaron los transgresores y los rebeldes que son gente más fascinante que los súbditos fieles de las leyes y del orden, en muchos casos vemos en ellos lo que nos hubiera gustado ser y no tuvimos valor para hacerlo.

Aunque entre los rebeldes siempre se hallan escondidos la gente gris con ansia y poco valor, los que prefieren ir en la cola del cometa, para en caso de error siempre tener huida y no recibir daños.
Lo vemos siempre que hay derechos u opciones que reclamar, unos agitan el árbol y los tristes cogen silenciosamente los frutos, no dudando en muchas ocasiones en criticar a quien sacude el árbol, si sale bien siempre dicen: "Yo estuve alli"  y si sale mal dicen: "Ya lo decía yo..".
Ellos nunca se equivocan, son así de tristes, aburridos y mediocres.

En asuntos de mujeres conviene recordar el sabio consejo de Quevedo:

"Si quieres que te sigan las mujeres, ponte delante."

También en asuntos de naturaleza humana nos dejo perlas como estas:

Lo que dicen del culo (los que tienen ojeriza con él) es que pee y caga, cosa que no hacen los ojos de la cara; y no advierten lo cuitados que más y peor cagan los ojos de la cara y peen que no el del culo, pues en ellos no hay sueño que no lo caguen en cantidad de legañas, ni pesadilla o susto que no meen en abundancia de lágrimas, y esto sin ser de provecho, como lo que echa el culo, como ya queda probado.

Lo del pedo es verdad, que no lo sueltan los ojos; pero se ha de advertir que el pedo antes hace al trasero digno de laudatoria que indigno de ella. Y, para prueba de esta verdad, digo que de suyo es cosa alegre, pues donde quiera que se suelta anda la risa y la chacota, y se hunde la casa, poniendo los inocentes sus manos en figura de arrancarse las narices, y mirándose unos a otros, como matachines...


Todo un fenómeno Don Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos.

Que Fortuna os sea propicia