viernes, 13 de julio de 2012

El cardenal

El hombre se despertó con el ruido de las pisadas de caballos que se acercaban, iban a apresarle.

Con lentitud se incorporó y sacudió la manta en la que había pasado la noche, estaba húmeda del rocío y pensó que iba a ser la última vez que dormiría al raso y, casi seguro, seria una de sus últimas noches.
Mientras, los jinetes se acercaban galopando directos hacia lo que había sido su ultimo dormitorio, una vega fresca al resguardo de unos fresnos, pensó que alguien había delatado su posición, la cobardía es lo que tiene, rompe amistades y vende fidelidades.

Mientras esperaba a sus captores, hombres del Cardenal de Lusancia, pensó en sus últimos años; se acordó del primer día de su nueva existencia, del día que dijo NO...
Ante las presiones del tesorero del cardenal, este quería que todo los hombres de las aldeas cercanas aportasen una cantidad adicional al obligado diezmo habitual.

Ante las peticiones del Cardenal en boca de su tesorero, hablo con sus vecinos y estos, alentados por el hombre, accedieron a negarse a pagar dicho impuesto.

El hombre viajó a todas las aldeas que pertenecían a la diócesis y en todos los sitios le recibieron como un héroe, en todos los sitios secundaron su propuesta, en las todas las localizaciones,  los pobladores expresaban su malestar ante la rapiña del principe de la iglesia...

Rememoró la entrevista con el purpurado, se acordaba del día que fue citado, habia unos  hombres de armas (algunos habían sido vecinos suyos) en la puerta, su mirada era la del desprecio de las personas cobardes ante las mentes libres (¿que se habrá pensado este que es?).

Se acordaba de los tapices colgados de las paredes con escenas de caza (posiblemente traídos de Flandes con los ingresos de los diezmos), en su cara, se reflejaba el calor de las estancias caldeadas por la leña que habían cortado sus vecinos en los bosques cercanos, los candelabros de plata, los fruteros repletos que provocaban un rastro de saliva en su boca y el gran salón central del castillo donde el obispo le esperaba.

El hombre paso a la estancia nada más ser atendido por el soldado de la puerta, un enorme hombre con la maldad pintada en el rostro y del que se decía que no podía hablar por haberle cortado el cardenal la lengua, las gentes decían que era el instrumento que empleaba el obispo para sus "trabajos".

El cardenal Don Emasculado, era un ser bajo y rechoncho, de ojos leporinos, nariz larga, labios pequeños y finos; su incipiente calva, apenas tapada por el pelo canoso que emergía a los lados de su enorme cabeza, la indumentaria morada, el bonete en la nuca y el enorme rubí en su mano derecha hacian de esta persona una extraña mezcla entre el ser ridículo y el aura de poder que detentaba.

El hombre entró en la enorme dependencia, el cardenal ni levantó la vista del manuscrito que aparentemente estaba leyendo, era su forma de demostrar quien mandaba.

El hombre guardó silencio de pie, enfrente del cardenal, de forma incomoda..
Tras unos minutos que le parecieron eternos, el cardenal puso su anillo para que le besara aquel hombre rebelde y él asi lo hizo.

El cardenal comenzó a hablar:
"Nos ha llegado a nuestros oidos, la desagradable noticia de su negativa a pagar nuevos impuestos, la Iglesia tiene muchos gastos y ese impuesto es necesario para sus innumerables labores, para reforzar la fe de muchos y propagar la palabra de Dios entre los hombres"

El hombre contesto:
"Su ilustrisima, somos gente pobre, después de pagar el diezmo a la Iglesia, la parte de arrendamiento de las fincas al conde Onesimo,  los peajes del puente, la contribución a la guerra de su Majestad y pagar al molinero por su trabajo, apenas nos queda para mantener a nuestra familia, la cosecha ha sido mala, no llovió a tiempo y son escasos los rendimientos"

El cardenal le hizo callar... Nos estamos hartos de quejas, he oído que llevas a tus hijos a casa de un escribiente de la ciudad una vez al mes, ¿es eso cierto?

El Hombre contestó:  si Ilustrisima para que aprendan a leer y escribir para así poder adorar mejor al Santisimo.

El cardenal. "Dios los quiere trabajadores, ¿desde cuando es necesario que un labriego sepa leer y escribir?, lo importante es que trabajen y que su trabajo sea donado en parte suficiente para el sostenimiento de la Iglesia, con eso Dios estará contento.

Hombre. Pero si no estudian, nunca dejaran de ser labriegos, ademas somos hombres libres y es mi voluntad que estudien y aprendan...

Cardenal: Estupideces, si Dios hubiese querido que estudiasen les hubiese hecho hijos de ricoshombres o nobles, no labriegos. Su deber es trabajar en el campo y dejarse de sueños fantasiosos.

Hombre. Soy una persona libre y mis hijos estudiaran.

Cardenal. Veremos... puedes retirarte, el próximo mes pasara mi administrador para cobrar el nuevo impuesto y esta vez no quiero excusas.

Hombre. Pero Señor...

Cardenal (enseñando de nuevo su anillo), he dicho que no quiero excusas y menos aun que hables a los demas, fieles seguidores de la palabra de dios, de tus ideas. Un mes, puedes retirarte...

Hombre. (Besando el anillo de D. Emasculado),El Señor esté con su señoria.

Con el galopar de los caballos de sus captores sonando en sus oídos como un requiem rotundo y las vibraciones de los cascos transmitiéndose a sus piernas, se acordó de como había oído palabras de rebeldía en su vecinos, como le apoyaban y le invitaban a sus casas. Rememoraba como habían dado sus apoyos, como había visto la ilusión en el brillar de sus ojos, después de su salida de casa del Cardenal , había decidido que no seguiría las instrucciones del Cardenal y así se lo expreso a sus vecinos.
Cuando llegaron los hombres del Cardenal por segunda vez, la cosa cambió, la luz de la ilusión en las miradas del día anterior se transformó en el gris del miedo.

Uno de sus vecinos sacó el tributo con la cabeza gacha y lo puso al pie de los soldados, el resto de vecinos le secundaron, él les decía que ellos eran más, que no tenían porque pagar, que el cardenal sin sus impuestos tan solo era un hombre como ellos...
Cuando un soldado le hizo callar de un puñetazo en el estomago, sus vecinos bajaron la mirada, aunque los soldados eran tan solo seis y ellos más de setenta.

El hombre se levanto con la furia y la vergüenza de la humillación en sus ojos, y salio corriendo..
Allí empezó su huida, llevaba más de un mes durmiendo al raso, en lugares inhóspitos, siempre con el miedo a ser atrapado..
De vez en cuando sus vecinos, a escondidas, le dejaban algo de comida.

Se había enterado que sus hijos habían pasado a ser lacayos del Cardenal para pagar sus deudas, habían dejado de ser hombres libres, su hermosa mujer había sido violentada por los soldados, con el silencio cómplice de sus vecinos, no os metáis en líos, se decían unos a otros,  no se puede hacer nada, comentaban escondidos en sus casas mientras oían los gritos de la mujer.

Más tarde solo el silencio, el silencio que los acusaba y los llantos de los niños...
Su mujer murió como consecuencia de esa noche terrible.

El hombre ya distinguía claramente los rostros de los soldados, a algunos los conocía desde pequeños, en cabeza iba el tesorero, un ser mezquino y ruin, un lacayo cómplice.
Agachó la cabeza y se dio la vuelta, se acordó de la vez que conoció a su mujer y pensó que pronto se reunirían de nuevo, sintió frío...
Cuando el tesorero se puso a su lado para humillarle desde su caballo, saco el cuchillo y se lo clavó en las tripas, sintió la sangre caliente correr por su mano...
Mirándole a la cara supo que le había condenado a muerte, tenia una cara estúpida como sino creyese que eso le podía pasar a él...
Los soldados le mataron al instante, sin embargo, en su ultimo momento, se acordó de su hijo mayor...

En el castillo, el hijo mayor sintió una corriente de aire y agachándose le dijo a su hermano, algún día seremos libres hermano, algún día seremos libres, Te lo juro...

Y se despidió de su padre en el silencio de la convicción y la furia.

Que Fortuna no nos haga escuchar más silencios cómplices...









15 comentarios:

  1. Y quien pondría el cascabel al gato ?
    Fuenteovejuna, Señor.

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  2. El hombre puso el cascabel y el resto de ratones huyo. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia..

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  3. Pues a mi literariamente no me parece malo (claro que yo de literatura poquito)
    Temu, lo que vale es la esencia del cuento que nos cuentas, un cuento que cada vez es mas real, que añadir, que la huida del personaje si es en solitario, poco o nada puede hacer.
    Salud

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  4. Déjate de rollos, Temujin, es un texto estupendo y tú lo sabes. Narras muy bien y sabes expresar las emociones en tus personajes tal como tú las sientes en tus propias carnes. Felicidades no todo el mundo lo consigue.

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  5. Juan, eso digo digo yo o mejor dicho esa era mi intencion...

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  6. Krapp, no soy proclive a autocompadecerme, más bien todo lo contrario, excepto cuando me pongo a revisar lo que escribo, que algunas veces me da vergüenza. Pero me has subido la autoestima, que lo sepas...

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  7. Krapp, no soy proclive a autocompadecerme, más bien todo lo contrario, excepto cuando me pongo a revisar lo que escribo, que algunas veces me da vergüenza. Pero me has subido la autoestima, que lo sepas...

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  8. Aún sobraba dinero cardenalicio para invertir en filatelia de pacotilla....
    Poco hemos avanzado.

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  9. Estamos donde estábamos, es una pena y una verguenza pero será que estamos para eso para que nos den por...

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  10. Estoy con Krapp, en serio.
    Por lo demás, los silencios cómplices lo llenan todo últimamente.
    Espero que aun quede esperanza.
    Besos, caballero de brillante armadura.

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  11. Toy el camino es largo, todo lo largo que queramos... Pero hay alternativas posibles...

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  12. Tracy, yo no estoy mucho por la labor...

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  13. Nuria, complices es una palabra apropiada...

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Piensa como piensan los sabios, más habla como habla la gente sencilla. Aristoteles (384 AC-322 AC). Filósofo griego.