jueves, 13 de octubre de 2011

Vuelva usted mañana...

Extracto de las experiencias de un extranjero en España de Mariano José de Larra.

Conocí que no estaba el señor de Sans-délai muy dispuesto a dejarse convencer sino por la experiencia, y callé por entonces, bien seguro de que no tardarían mucho los hechos en hablar por mí.

Amaneció el día siguiente, y salimos entrambos a buscar un genealogista, lo cual sólo se pudo hacer preguntando de amigo en amigo y de conocido en conocido; encontrámosle por fin, y el buen señor, aturdido de ver nuestra precipitación, declaró francamente que necesitaba tomarse algún tiempo; instósele, y por mucho favor nos dijo definitivamente que nos diéramos una vuelta por allí dentro de unos días. Sonreíme y marchámonos. Pasaron tres días: fuimos.

–Vuelva usted mañana –nos respondió la criada–, porque el señor no se ha levantado todavía.
–Vuelva usted mañana –nos dijo al siguiente día–, porque el amo acaba de salir.
–Vuelva usted mañana –nos respondió al otro–, porque el amo está durmiendo la siesta.
–Vuelva usted mañana –nos respondió el lunes siguiente–, porque hoy ha ido a los toros.
–¿Qué día, a qué hora se ve a un español? Vímosle por fin, y Vuelva usted mañana –nos dijo–, porque se me ha olvidado. Vuelva usted mañana, porque no está en limpio.

A los quince días ya estuvo; pero mi amigo le había pedido una noticia del apellido Díez, y él había entendido Díaz y la noticia no servía. Esperando nuevas pruebas, nada dije a mi amigo, desesperado ya de dar jamás con sus abuelos.

Es claro que faltando este principio no tuvieron lugar las reclamaciones.

Para las proposiciones que acerca de varios establecimientos y empresas utilísimas pensaba hacer, había sido preciso buscar un traductor; por los mismos pasos que el genealogista nos hizo pasar el traductor; de mañana en mañana nos llevó hasta el fin del mes. Averiguamos que necesitaba dinero diariamente para comer, con la mayor urgencia; sin embargo, nunca encontraba momento oportuno para trabajar. El escribiente hizo después otro tanto con las copias, sobre llenarlas de mentiras, porque un escribiente que sepa escribir no le hay en este país.

No paró aquí; un sastre tardó veinte días en hacerle un frac, que le había mandado llevarle en veinticuatro horas; el zapatero le obligó con su tardanza a comprar botas hechas; la planchadora necesitó quince días para plancharle una camisola; y el sombrerero, a quien le había enviado su sombrero a variar el ala, le tuvo dos días con la cabeza al aire y sin salir de casa.

Sus conocidos y amigos no le asistían a una sola cita, ni avisaban cuando faltaban, ni respondían a sus esquelas. ¡Qué formalidad y qué exactitud!

–¿Qué os parece de esta tierra, monsieur Sans-délai? –le dije al llegar a estas pruebas.
–Me parece que son hombres singulares…
–Pues así son todos. No comerán por no llevar la comida a la boca.

Presentóse con todo, yendo y viniendo días, una proposición de mejoras para un ramo que no citaré, quedando recomendada eficacísimamente.

A los cuatro días volvimos a saber el éxito de nuestra pretensión.

–Vuelva usted mañana –nos dijo el portero–. El oficial de la mesa no ha venido hoy.
–Grande causa le habrá detenido –dije yo entre mí. Fuímonos a dar un paseo, y nos encontramos, ¡qué casualidad! al oficial de la mesa en el Retiro, ocupadísimo en dar una vuelta con su señora al hermoso sol de los inviernos claros de Madrid.

Martes era el día siguiente, y nos dijo el portero:

–Vuelva usted mañana, porque el señor oficial de la mesa no da audiencia hoy.
–Grandes negocios habrán cargado sobre él–, dije yo.

Como soy el diablo y aun he sido duende, busqué ocasión de echar una ojeada por el agujero de una cerradura. Su señoría estaba echando un cigarrito al brasero, y con una charada del Correo entre manos que le debía costar trabajo [acertar] el acertar.

–Es imposible verle hoy –le dije a mi compañero–; su señoría está, en efecto, ocupadísimo.

Diónos audiencia el miércoles inmediato, y ¡qué fatalidad! el expediente había pasado a informe, por desgracia, a la única persona enemiga indispensable de monsieur y [su plan] de su plan, porque era quien debía salir en él perjudicado. Vivió el expediente dos meses en informe, y vino tan informado como era de esperar. Verdad es que nosotros no habíamos podido encontrar empeño para una persona muy amiga del informante. Esta persona tenía unos ojos muy hermosos, los cuales sin duda alguna le hubieran convencido en sus ratos perdidos de la justicia de nuestra causa.

Vuelto de informe, se cayó en la cuenta en la sección de nuestra bendita oficina de que el tal expediente no correspondía a aquel ramo; era preciso rectificar este pequeño error; pasóse al ramo, establecimiento y mesa correspondiente, y hétenos caminando después de tres meses a la cola siempre de nuestro expediente, como hurón que busca el conejo, y sin poderlo sacar muerto ni vivo de la huronera. Fué el caso al llegar aquí que el expediente salió del primer establecimiento y nunca llegó al otro.

–De aquí se remitió con fecha de tantos –decían en uno.
–Aquí no ha llegado nada –decían en otro.
–¡Voto va! –dije yo a monsieur Sans-délai– ¿sabéis que nuestro expediente se ha quedado en el aire como el alma de Garibay, y que debe de estar ahora posado como una paloma sobre algún tejado de esta activa población?

Hubo que hacer otro. ¡Vuelta a los empeños! ¡Vuelta a la prisa! ¡Qué delirio!

–Es indispensable –dijo el oficial con voz campanuda–, que esas cosas vayan por sus trámites regulares.

Es decir, que el toque estaba, como el toque del ejercicio militar, en llevar nuestro expediente tantos o cuantos años de servicio.

Por último, después de cerca de medio año de subir y bajar, y estar a la firma o al informe, o a la aprobación, o al despacho, o debajo de la mesa, y de volver siempre mañana, salió con una notita al margen que decía: “A pesar de la justicia y utilidad del plan del exponente, negado”.

–¡Ah, ah, monsieur Sans-délai! –exclamé riéndome a carcajadas–; éste es nuestro negocio.

Pero monsieur Sans-délai se daba a todos los oficinistas, que es como si dijéramos a todos los diablos.

–¿Para esto he echado yo viaje tan largo? ¿Después de seis meses no habré conseguido sino que me digan en todas partes diariamente: Vuelva usted mañana? ¿Y cuando este dichoso mañana llega, en fin, nos dicen redondamente que no? ¿Y vengo a darles dinero? ¿Y vengo a hacerles favor? Preciso es que la intriga más enredada se haya fraguado para oponerse a nuestras miras.
–¿Intriga, monsieur Sans-délai? No hay hombre capaz de seguir dos horas una intriga. La pereza es la verdadera intriga; os juro que no hay otra; ésa es la gran causa oculta: es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas.



Que Fortuna nos proporcione ímpetu...

21 comentarios:

  1. Conocía la famosa frase "vuelva usted mañana" de Larra, claro, pero nunca había leído el relato. Su sola lectura estresa.

    Este fin de semana hablaba con unos amigos: mi amiga había hecho todos los trámites legales para abrir su propia empresa (unipersonal de momento) en el Reino Unido. Le llevó media hora, todo a través de internet, la confirmación de todo en tres días. Por contraste mi amigo contaba la burocracia que lleva en España no ya la apertura si no ciertos trámites relacionado con la empresa ya abierta (nos ponía el ejemplo de su hermano que tiene que desplazarse a la capital y perder una mañana de trabajo yendo de ventanilla en ventanilla).

    Las cosas han mejorado desde los tiempos de Larra, por supuesto, pero como decía mi amiga "o se espabilan en España o se quedan ustedes atrás".

    Un saludo

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  2. Y lo que es peor, lanzar opiniones sin saber ni conocer.

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  3. No me fío de Larra que fue un farsante, etiquetador de tópicos y un escritor mediocre de articulillos elevado a los altares por su suicidio. Además como era afrancesado y snob, es decir un acomplejado, siempre tendía a rechazar lo propio en beneficio de lo de fuera. Lo que llega a decir de los gallegos es repulsivo y propio del peor de los racistas: "El gallego es un animal muy parecido al hombre, inventado para alivio del asno"

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  4. Desgraciadamente no han cambiado mucho las cosas, y en cualquier ciudad de este país solo pedir una licencia de apertura de un local puede llevar un año de trámites, cosa que se suele resolver abriendo ilegalmente, claro.
    Leí hace poco un artículo de un periódico inglés donde se burlaban de nuestros métodos para "resolver", siendo uno de los imprescindibles una comida previa con buen vino y postres.
    Saludos.

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  5. Guinda, en España, todo el mundo quiere llevarse su trozo, la administración local, la regional, la autonómica y la nacional... y por todos ellos hay que pasarse...

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  6. Doctor Mikel, opinar es bueno cuando se razona la opinión, lo demás es discutido y discutible...

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  7. Doctor, lo de los gallegos no lo conocia, si dijo eso es de ser gilipollas pues poca gente hay en el mundo que sea tan emprendedora como los gallegos, que si no lo pueden hacer en casa lo hacen fuera...con dos cojones.

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  8. Blue, en España la administración es un monstruo voraz, capaz de comerse cualquier idea. Pero eso no pasa únicamente en la administración pública en la privada en muchos casos también ocurre...

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  9. Yo tampoco sabía lo de los gallegos, y eso que me toca...
    ;-)

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  10. Aquí el vuelva usted mañana pasa hasta en la empresa privada.
    Hay algunas que no me extraña que cierren.

    Saludos.

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  11. En lo referente a la burocracia, aún hoy sigue habiendo mucho de verdad en lo que Larra decía. Si hay algo de bueno en esta crisis descomunal que vivimos, es que a muchos de ellos les van a poner las pilas.
    En lo demás, estoy totalmente de acuerdo con herr doktor: Larra era mediocre, tendencioso y con esa frase sobre los gallegos denota su elitismo.

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  12. Bueno.... en mi blog tienes un premio cuando quieras puedes recogerlo ^.^

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  13. Siempre que tengo que hacer algo en cualquier tipo de ventanilla pienso que cómo es posible, que los trabajadores autónomos tengamos que perder horas en resolver caulquier tema y además pagar a la administración por hacernos perder el tiempo y los nervios.
    Yo también doy radical por las mismas cosas que enumeras en el post anterior, y tengo casa, trabajo y por eso no olvido a los que no la tienen, aún cuando voten a Rubalcaba...o a Mariano.
    Un saludo,

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  14. Blue, un escritor o articulista, puede tener un articulo bueno y no siempre ser bueno. Camilo Jose Cela, dijo que todas las burgalesas eran unas putas, se quedo tan tranquilo, pero no pudo volver a Burgos...

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  15. Toro, en la empresa privada tambien, no es un mundo aparte y claro que pasa. Mira los retrasos en la construcción, en la época del boom, era la norma.

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  16. Paseante, la administracion es un monstruo capaz de tragarse el animo del más valiente. No se si has dicho elitista o gilipollas, no te he entendido bien.

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  17. Estela en un momento voy "palla"...

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  18. Marcela, perdónales porque no saben lo que hacen (los votantes).
    Respecto a la administración alguien debiera preguntarse porque en España hay tantas gestorias y tantos organismos públicos duplicados, que hacen que la relación del ciudadano con sus administradores sea un camino tortuoso.

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  19. LARRA, como todos los románticos, tendía a la exageración... por eso con veintipocos años se pegó un tiro... pero hay que reconocer que si en tan poco tiempo, fue capaz de hacerse perdurable, haciéndose un hueco en la historia de la literatura, algo bueno tendría...

    La idiosincrasia de algunos españoles y del funcionamiento de la administración pelín exagerada es lo que se retrata aquí ( en tiempos de Larra y desgraciadamente hoy)... parismonia, apatía, ineficacia, desconsideración... etc...ect...etc.

    ¡¡Como pa pegarse un tiro, no...pero casi!!:-)




    Un beso TEMU, buen día.

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  20. jajaja PARISMOÑA... nooooooooo... PARSIMONIA jajaja

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  21. Maria no conozco mucho la vida de Larra, se que se suicido, puede ser que porque no tuviera muchas cosas que decir o que tuviera muchas cosas que decir y se viera que nadie le comprendía. La administración en España olvida en muchos casos para que esta creada, perdida en un mar de intereses partidistas y regionalistas, al más puro estilo cateto y simplón y eso no es culpa de los funcionarios, sino más bien de quien dirige a los funcionarios.

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