martes, 13 de junio de 2023

El atropellador y el picoleto.

 



Una mañana, en Madrid y hace ya varios años, presencié una escena a la que creo haberme ya referido en otra ocasión, en esta misma página: un fulano con muy mala pinta, evidentemente empastillado hasta las trancas, amenazaba a los transeúntes con un cuchillo de notables dimensiones. Mariconas, decía. Que voy a daros a tós pa dentro, mariconas. Frente a él había dos policías nacionales de uniforme, fuska en mano, intimándolo, dicho sea en lenguaje administrativo, a deponer su actitud. Pero el otro no sólo no la deponía, sino que insultaba a los policías y a los transeúntes y amagaba dar tajos con el cuchillo. Mariconas, etcétera. Los maderos se miraban entre ellos, como diciendo qué carajo hacemos, colega, y ninguno se decidía a meterle en el cuerpo a aquel pájaro un balazo que lo dejara seco. Sabían la ruina que les caería encima como apretaran el gatillo. Y claro. Consciente del asunto pese al colocón que llevaba, el fulano del baldeo, tras amenazar un poquito más, salió corriendo de pronto como un cohete, seguro de que nadie lo iba a parar en serio. Los dos policías corrieron detrás, desaparecieron los tres de mi vista, y no sé en qué acabó la cosa, pues al día siguiente no leí nada en los periódicos. Supongo que no lo pillaron. O sí, cualquiera sabe. Pero recuerdo muy bien lo que me quedé pensando: para nada quisiera estar en la piel de esos dos pringados. De esos dos policías.


Me acordé ayer de eso, varios años después, al enterarme de que el Tribunal Supremo acaba de absolver a un guardia civil que en 2009 –estamos en 2016– mató de tres disparos, al término de una accidentada peripecia automovilística, a un fulano al que él y sus colegas picoletos habían estado persiguiendo a toda leche, con los pirulos azules destellando y las sirenas haciendo pi-po, pi-po, por las provincias de Ávila, Toledo y Madrid, después de que el pavo se saltara un control policial y provocase varios accidentes en su fuga, y para acabar la fiesta intentara rematar en el suelo, atropellándolo por segunda vez, a un agente que estaba herido. Cosa que impidió el compañero del atropellado, soltándole cuatro tiros al malo, de los que tres hicieron blanco y se lo llevaron directamente al otro barrio.


Siete años, oigan. Se dice pronto. Ante ese caso clarísimo, probado con todas las de la ley, o sea, que dio matarile a un elemento peligroso en defensa de la vida de un compañero, el picoleto de los tiros ha estado judicialmente empapelado durante siete años, nada menos. Los cuatro primeros como imputado, lo que significa que durante ese tiempo su vida profesional estuvo estancada, sin posibilidad de ascensos ni recompensas. Luego, el calvario de recursos, contrarrecursos y citas judiciales, que le costaron un año y medio de baja por depresión, y el resto de zozobras, abogados, informes periciales y puñetas administrativas durante las que jueces de diversas instancias, hasta llegar al Supremo, anduvieron dilucidando si impedir que atropellen por segunda vez a un guardia civil es legítima defensa o agresión fascista, si los disparos se hicieron desde tal o cual distancia, si el vehículo tenía metida la primera o la segunda marcha, o si -lo que convertiría el acto de liquidar al malo en descarado abuso policial- éste había sido diagnosticado con anterioridad de trastorno bipolar, y en el momento de la persecución y el atropello sufría un lamentable brote psicótico. La criatura.


Siete años, insisto, ha empleado la lentísima Justicia española en decidir si un guardia que con todos los motivos del mundo se carga a un malo en acto de servicio es culpable o inocente. Siete años pendiente de un hilo, de zozobra y ruina, durante los que al agente en cuestión se le ha reventado la carrera y parte de la vida por utilizar –con óptima puntería, por cierto, detalle que no ha elogiado nadie– la pistola reglamentaria que el Estado le confió para que defendiera a los ciudadanos y a sí mismo en el desempeño de sus funciones. Y por ahí seguimos, incapaces de apreciar lo obvio: que del mismo modo que quien se extralimita de gatillo o de placa debe sentir encima todo el peso de la ley, a quien cumple su deber no se le puede maltratar de esa manera. Porque así, cada vez más, nos arriesgamos a que frente al fulano del cuchillo, ante el atropellador, ante el malo que siempre estará ahí, beneficiándose de nuestros derechos y libertades, pero también de nuestra estupidez y nuestra demagogia, el guardia al que le toque, aunque sea honrado y valiente, deje la pistola en la funda, mire hacia otro lado y piense: «Anda y que os proteja vuestra puta madre».


 Patente de Corso 15 Agosto 2016

 Don Arturo Pérez-Reverte

Que Fortuna nos proteja de los tontos que siempre están a salvo. 

9 comentarios:

  1. La cosa hubiera cambiado si en vez de ser dos policías hubieran sido dos mujeres (sexo femenino, aclaro para dejar las cosas acotadas), civiles, o sease, sin uniforme uniformado, transeúntas y que además alguna de ellas hubiera sufrido pequeños rasguños.
    Entonces se hablaría de otra manera, los titulares serían diferentes, o diferentas, y se quejarían las milicianas de postín que cuando hace falta la policía esta no está.
    Así de clarito está la cosa, amigo.
    Esto se va al carajo o a la caraja, que tanto da, y no vendrá "PAM" que lo arregle, y eso que la susodicha tiene sus bríos.
    Un abrazo

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    1. Miquel, estamos alcanzado una cotas de estupidez supremas. Si un guardia ve peligrada su seguridad o la de los ciudadanos que emplee su arma, que para eso se la dan. Eso es una cosa y otra muy diferente tener a Harry "EL Sucio" por las calles, aunque en determinadas ocasiones se le echase de menos.
      Un saludo

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  2. Más Guardia civil como este debería haber. ¿Recuerdas el caso del padre de Carlos Sainz, que le pego un tiro en defensa propia a un tipo que le quería atracar?. El sarao que tuvo. Esta gentuza tiene impunidad. Un caso real: Platja d'aro, Mi suegro ve que un tío está robando forzándola una cabina telefónica (hace años de eso). Avisa a la policía que le detiene, cuando sale mi suegro de declarar en comisaria el tipo ya estaba fuera esperándole. Afortunadamente, no paso nada, pero podía haber sucedido.

    Saludos.

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    1. Francesc Puigcarbö, en el jardín de mi casa se metió un tío hace años dando voces y montando "elcristo". Me asomé por la ventana y le vi que se iba hacia la parte trasera de la casa y temí que se quisiera colar por detrás.
      Le dije a mi mujer que llamase a la Guardia Civil y que iba a por él. Yo me habia comprado un mango de hacha nuevo, marca "Bellota", cogí el instrumento y con más miedo que vergüenza salí a por el, era Octubre noche cerrada y la verdad es que daba miedo. Mi intención era, si le encontraba, darle un palo con todas mis fuerzas en las piernas, inmovilizarlo hasta que llegase la Guardia Civil : En le intervalo mientras me vestía el tio se largo, 52 minutos después de la llamada apareció la Guardia Civil. Les conté lo sucedido y ellos me dijeron que anduviese con cuidado, que si le daba con el palo y el tío me denunciaba tenía las de perder, como estas leyendo.
      Un jubilado que se encontró a un asaltante en su casa en mitad del campo le pegó dos tiros y ha sufrido un calvario. Esto es demencial, en tu casa, con tu familia, debes aguantar todo o enterrarlo en el jardín.
      Un saludo

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  3. Esta es la policía garantista, la que queremos, la que sirve para recoger datos y estadísticas, la que patrulla sin apenas bajarse del coche patrulla, la que obedece las órdenes de unos responsables políticos que dicen que la actuación policial debe ser proporcionada y prefieren la desproporción aumentada del delincuente.
    Saludos.

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    1. Francesc Cornadó Los irresponsables políticos, en esto, como en otras muchas cosas, viven en sus mundos. Su desapego de la realidad es vergonzoso. Nadie defiende al policía matón, pero se debe dar protección jurídica a quienes protegen a la población en vez de dársela a quienes la agreden. digo yo.
      Un saludo

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  4. Siento decirte que a mi el que de verdad me arece un pringado es Reverte por el desprecio y la chulería con la que habla de un trabajo duro, mucho más de lo que cómodamente en nuestras casas podemos suponer, y no hablo de oídas, he trabajado a su lado muchas veces y vero lo que tienen que aguantar, porque no es nada fácil reaccionar en situaciones límite con la ecuanimidad y mesura que luego, tb tranquilamente ante un tribunal se analiza lo sucedido. Lo que ocurre con todas estas cosas, es que depende donde te pille el asunto, porque si eres la madre del que recibió tres tiros, que a lo mejor efectivamente era bipolar, necesita saber si esos tres tiros eran necesarios o solo con uno en una pierna hubiera bastando. No es nada fácil analizar comportamientos ajenos a toro pasado y sí, tenemos una legislación garantista y sí, la justicia es más lenta sieempre que el malo, pero mejor así que como en América, que la policía te coloca la rodilla en el cuello para esposarte y te matan por asfixia ¿ o no ?

    Un beso

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    1. Maria, Don Arturo en este texto precisamente defiende la actuación de la policía y critica a esos jueces que desde sus sillones juzgan una situación donde el agente se juzga su tipo. Si te están disparando o si te estan intentando atropellar a ti o un compañero no puedes estar a ver si le das en la pierna o en un brazo y luego, cuando has hecho bien tu trabajo, no puedes estar seis años de tortura psicológica pensando que puedes quedarte sin trabajo. Ya me gustaría ver a muchos detener a un tio de 1,90 metros con 100 kgrs y antecedentes por robo a mano armada. Y no se trata de establecer que los pòlicias tiren indiscriminadamente, se trata simplemente que hagan su trabajo sin ver en peligro sus vidas ni su futuro laboral, no se trata de justificar pistoleros.
      Un beso y cuidate

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  5. Parece postular este PSOE desdibujado a las órdenes de un comunismo radical y de los aires independentistas involucionistas: para los enemigos, la ley, para los amigos, el favor.
    Saludos.

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Piensa como piensan los sabios, más habla como habla la gente sencilla. Aristoteles (384 AC-322 AC). Filósofo griego.

28 septiembre. Domingo

 "Fuimos en tren hasta lo de Illera. Es un cazadero hermoso con una ladera muy áspera, llena de jaras y tomillos, y un chaparral arriba...