lunes, 1 de noviembre de 2021

Mariconadas

La semana pasada me autocensuré. No es frecuente y me costó, pero lo hice. Escribí un párrafo y al releer el artículo volví sobre él, dándole vueltas. Había escrito: respondí que una gabardina corta, amén de poco práctica, era una mariconada. Y la mirada de veterano, la de los mil metros, tropezaba en la última palabra. Son muchos años y mucha tecla. Da igual, concluí tras un rato, que en los veinticinco años que llevo escribiendo esta página haya hablado siempre con afecto y respeto de los homosexuales y sus derechos, antes incluso de la explosión elegetebé y otras reivindicaciones actuales. Que les haya dedicado artículos como un remoto Yo también soy maricón o el Parejas venecianas que figura destacado en numerosas páginas especializadas. Pese a todo, me dije, y conociendo a mis clásicos, si dejo mariconadas en el texto la vamos a liar, y durante un par de días todos los cantamañanas e inquisidores de las redes sociales desplegarán la cola de pavo real a mi costa. Tampoco es que eso me preocupe, a estas alturas. Pero a veces me pilla cansado. Me da pereza hacer favores a los oportunistas y los idiotas. Así que, aunque no sean sinónimos, cambié mariconada por gilipollez, y punto.


Luego me quedé pensando. Y como pueden comprobar, aún lo hago. Censura exterior y autocensura propia. Ahora lamento haber cedido. Llevo en el oficio de escritor y periodista medio siglo exacto, tiempo suficiente para apreciar evoluciones, transformaciones e incluso retrocesos. Y en lo que se refiere a libertad de expresión, a ironía, a uso del lenguaje como herramienta eficaz, retrocedemos. No sólo en España, claro. Es fenómeno internacional. Lo que pasa es que aquí, con nuestra inclinación natural a meter la navaja en el barullo cuando no corremos riesgos –miserable costumbre que nos dejaron siglos de Inquisición, de confesonario, de delatar al vecino porque no comía tocino o votaba carcundia o rojerío–, la vileza hoy facilitada por el anonimato de las redes sociales lo pone todo a punto de nieve. Nunca, en mi larga y agitada vida, vi tanta necesidad de acallar, amordazar a quien piensa diferente o no se pliega a las nuevas ortodoxias; a lo políticamente correcto que –aparte la gente de buena fe, que también la hay– una pandilla de neoinquisidores subvencionados, de oportunistas con marca registrada que necesitan hacerse notar para seguir trincando, ha convertido en argumento principal de su negocio.


Y que quede claro: no hablo de mí. A cierta edad y con la biografía hecha, cruzas una línea invisible que te pone a salvo de muchas cosas. Un novelista o un periodista a quien sus lectores conocen puede permitirse lujos a los que otros más jóvenes no se atreven, porque ellos sí son vulnerables. A Javier Marías, Vargas Llosa, Eslava Galán, Ignacio Camacho, Juan Cruz, Jorge Fernández Díaz, Élmer Mendoza y tantos otros, nuestros lectores nos ponen a salvo. Nos blindan ante las interpretaciones sesgadas o la mala fe. Nos hacen libres hasta para equivocarnos.


Sin embargo, escritores y articulistas jóvenes sí pueden verse destrozados antes de emprender el vuelo. Algunos de mis mejores amigos, de los más brillantes de su generación y con ideas políticas no siempre coincidentes entre ellos –eludo sus nombres para no comprometerlos, lo cual es significativo–, se tientan la ropa antes de dar un teclazo, y algunos me confiesan que escriben bajo presión, esquivando temas peliagudos, acojonados por la interpretación que pueda hacerse de cuanto digan. Por si tal palabra, adjetivo, verbo, despertará la ira de los farisaicos cazadores que, sin talento propio pero duchos en parasitar el ajeno, medran y engordan en las redes. Hasta humoristas salvajes como Edu Galán y Darío Adanti, los de Mongolia, valientes animales que no respetan ni a la madre que los parió, meten un cauto dedo en ciertas aguas antes de zambullirse en ellas. Y así, poco a poco, fraguamos un triste devenir donde nadie se atreverá a decir lo que de verdad quiere decir, sea o no correcto, sea o no acertado, sea o no la verdad oficial, ni a hacerlo de forma espontánea, sincera, por miedo a las consecuencias.


Y bueno. Qué quieren que les diga. No envidio a esos escritores y periodistas obligados a trabajar en el futuro –algunos ya en el presente– con un inquisidor íntimo sentado en el hombro, sopesando las consecuencias sociales de cada teclazo. Porque así no hay quien escriba nada. Lo primero que desactiva a un buen periodista, a un buen novelista, a cualquiera, es vivir con miedo de sus propias palabras.


 Arturo Pérez Reverte. Publicado el 23 de septiembre de 2018 en XL Semanal.

Siempre genial Forges.


 Vivimos en un mundo que resume a una persona en trescientos caracteres o un titular. No se puede actuar de forma inteligente, no leer, no navegar en textos largos, no recorrer los escritos, callar aunque estés en contra o difieras, la ex-comunión nunca estuvo tan presente, los inquisidores nunca llegaron tan lejos y a tanta gente. "O estas conmigo o contra mi y atente a las consecuencias, al ostracismo, a la ruina..", es el escondido mensaje los "sumos socerdotes".

 En otro orden, vivimos en un mundo de "hespertos" y "hespecialistas" que dicen saber mucho de un poco, pero, en no pocas ocasiones, carecen de la curiosidad necesaria para acceder al "Saber", a la percepción global de las cosas, de la Naturaleza, del Hombre, esa curiosidad, ese no tener miedo al error que te lleva a ese click que suena cuando todo encaja después de muchos errores. Ya nadie falla, es curioso. 

 Tener conocimientos de óptica no es sinónimo de saber ver, esto se confunde y mezcla en no pocas ocasiones con las declaraciones de los "cuñaos" que dicen saber de todo para esconder que no saben de nada. Es un barro peligroso. 

 En su infatigable marcha hacia la ignorancia ilustrada, se convierten en inquisidores, en predicadores, en médicos de sanos y reparadores de lo que no tiene tara alguna. Es más fácil buscar una enfermedad donde no la hay que curar al que no esta sano. 

 En mi opinión, nunca la ignorancia estuvo tapada con tantos escritos y tanta referencia tortuosa, tanto titulo vacío y tanto estudio desperdiciado.

 Es un nuevo modelo de personaje este, el ignorante del siglo XXI, creo yo. Quizás algún día se estudie,  o no, vaya usted a saber,. Quizás sea necesario un nuevo anónimo que escriba "Un lazarillo de Tormes" adecuado a estos tiempos, quizás le llame "El sabillo de las hondas" y le retrate para siglos venideros. 

 En mi caso, yo prefiero ser el ignorante tradicional, por lo menos pregunto, que no es poco. Siempre defiendo que es mejor preguntar y parecer idiota que no preguntar y confirmarlo. 

 Mientras me desasno procuro esquivar a predicadores e inquisidores aunque, no lo niego, algunas veces me gusta "meter la mosca al ganao" y otras desearía liarme a palos con ellos... tampoco lo niego

 Que Fortuna nos aporte tolerancia. 

P.D, Disculpen la puntuación y la redacción. 


8 comentarios:

  1. Creo que hemos entrado en un periodo de puritanismo exagerado, vamos avanzando por el camino de la censura, que la hay en las redes sociales, en los medios de comunicación y en las escuelas.
    Este puritanismo es tóxico y atenta contra la creatividad. Bajo el peso de la losa puritana no es posible el librepensamiento ni la crítica inteligente.
    Felicito la valentía de Arturo Pérez Reverte.
    Saludos.

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    1. Francesc Cornadó, yo nací en el 67, conocí los ochenta muy joven, pero los viví a tope, había un grupo gallego que se llama Siniestro Total y una de sus canciones empezaba: "Hoy voy a asesinarte nena, te quiero pero no aguanto más..." fueron muy famosos, creo que a nadie de los que escuchamos esas canciones nos dio ganas de matar a nadie, estábamos, lógicamente en contra de casi de todo, yo por lo menos; esa canción hoy en día estaría prohibida si hubiese alguien que se atreviese a publicarla y los santones de guardia les condenarían a la excomunión como han hecho con Sherpa uno de los fundadores de otro grupo que escuche mucho en su día, Barón Rojo. La censura es silenciosa en su principio pero puede condenar a muchos artistas a las ruina económica, no les dan trabajo, les condenan públicamente, les tildan de fascistas y demás artillería. Es otro tipo de dictadura, sin soldados, pero muy eficaz en sus objetivos. Lo bueno de esto es que siempre hay Resistencia, antes la hubo y ahora la hay, pero a veces el panorama es asfixiante. Las mismas caras, los mismos gestos, las mismas expresiones, las mismas condenas y una hipocresía pública, creo, jamás conocida hasta ahora. Pérez Reverte es un escritor, yo me leído todas sus obras, algunas me parecen magnificas, otras buenas y alguna infumable, pero como articulista es de los mejores que he leído. El final del articulo es demoledor:
      " Porque así no hay quien escriba nada. Lo primero que desactiva a un buen periodista, a un buen novelista, a cualquiera, es vivir con miedo de sus propias palabras."

      Un saludo y gracias por tu comentario.

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    2. Son frases hechas que se repiten inconscientemente, a mi se me escapa alguna vez, de la misma manera que digo Dios mío o Mare de déu y soy agnóstico acérrimo. Lo que sucede es que mas que puritanismo hay intolerancia a la libertad de expresión, porque tu puede decir perfectamente maricón o mariconada, al fin y al cabo el palabro está en el diccionario. Maricón ya existia antes de homosexual, gay o LGTBI.

      SALUT

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    3. Francesc Puigcarbó, pienso que la libertad es necesaria tan solo limitada por un racional respeto. Ahora simplemente ocurre que ser victima es rentable, que los profetas, en no pocas ocasiones, van creando victimas para alimentar su discurso falto de coherencia y de ideas. Nos quieren igualar por abajo.
      Un saludo

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  2. Los extremos, es que parece que gustan, como péndulos

    Por el respeto a todos los demás. Un abrazo

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    1. Los extremos se rigen por su parecido y que ambos se necesitan. El caso de Don Arturo no extremismo es un pragmatismo cansado de aguantar tonterías. En mi opinión por lo menos.
      Un saludo

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  3. Menos mal que hay gente, como Pérez-Reverte y otros que no necesitan chupar el culo a nadie para ganarse el garbanzo escribiendo. Eso les da la libertad que otros no tienen.

    Y muchos de los que no aspiramos a vivir de darle a la tecla pero frecuentamos las redes nos callamos ciertas cosas que pensamos y eludimos temas (no es tu caso y te felicito). También sucede en reuniones sociales; ahora menos, porque hay menos.

    Me quedo con el párrafo siguiente, extraído del artículo que reproduces:

    «Algunos de mis mejores amigos, de los más brillantes de su generación y con ideas políticas no siempre coincidentes entre ellos –eludo sus nombres para no comprometerlos, lo cual es significativo–, se tientan la ropa antes de dar un teclazo, y algunos me confiesan que escriben bajo presión, esquivando temas peliagudos, acojonados por la interpretación que pueda hacerse de cuanto digan. Por si tal palabra, adjetivo, verbo, despertará la ira de los farisaicos cazadores que, sin talento propio pero duchos en parasitar el ajeno, medran y engordan en las redes».

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  4. I found this blog is really informative and i just want to thank you for the great work!

    Regards,
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Piensa como piensan los sabios, más habla como habla la gente sencilla. Aristoteles (384 AC-322 AC). Filósofo griego.

Alexis Henri Charles de Clérel

 "En los siglos de igualdad, cada individuo está naturalmente aislado, no tiene amigos hereritarios a los que pueda exigir ayuda, clase...