jueves, 3 de febrero de 2011

Infanteria

Ve me visto reflejado en este articulo de Don Arturo Pérez Reverte. Como por razones que no vienen al caso, me cuesta muchísimo tocar las teclas del ordenador, os lo pongo. Yo no viajo al extranjero, pero en mi nivel... me ha tocado la fibra. Es la historia de la lucha, por penetrar en diferentes ambientes, muchas veces hostiles, muchas veces mal vistos, siempre solos. Es la historia de muchos trabajadores honrados, bajo un país gobernado desde hace siglos por auténticos imbéciles.

Los vi hace poco en el aeropuerto de México: ojerosos, mal afeitados, hechos polvo tras largos vuelos y tránsitos infames. Eran cuatro -uno, naturalmente, se llamaba Pepe- y hablaban de Flandes y de las Indias. O de como se diga ahora. Holanda, decían. México y Venezuela. Sitios así. Hablaban de saqueos, botines y aventuras. O sea, de buscarse la vida donde ésta late. De negocios. Estaban allí con sus arrugados coletos de cuero transformados en trajes de chaqueta y corbata; con sus armas, que eran ordenadores y agendas, y con esa mirada absorta, fatigada, que les queda a los que vienen de asaltar las murallas de Breda o pelear en las calzadas de Tenochtitlán. Observándolos mientras consultaban las salidas de los vuelos, concluí que tampoco, si uno se fija bien y leyó los libros adecuados, hay tanta diferencia: Barajas en vez de Cádiz, Lisboa o la boca del Guadalquivir, en galeones, o Italia y el Camino Español por los Alpes y Suiza, rumbo al norte de Europa. La fiel infantería del rey católico: la misma gente que hace cuatro siglos, harta de monarcas imbéciles, curas parásitos y funcionarios sanguijuelas, decidió que era mejor intentarlo allá afuera y reventar en ello, que languidecer en una tierra yerma, ingrata, dejada de la mano de Dios.

Alguien escribió que en otro tiempo, cuando España se dilataba en el mundo, los españoles se echaron afuera a pelear y buscarse la vida, desde nobles hasta labriegos. Y fue cierto. Unos lo hicieron por hambre de gloria y dinero; otros, los más, por hambre de verdad. Desde las Indias a Filipinas, del norte de África a Europa entera, contra toda clase de naciones bárbaras o civilizadas, pelearon hidalgos y campesinos, bachilleres y pastores, caballeros y pícaros, amos y criados, soldados y poetas. Pelearon Cervantes, Garcilaso, Lope de Vega, Calderón, Ercilla y muchos más. En todas las tierras y climas, bajo nieve, sol, lluvia o viento, desharrapadas huestes de españoles pequeños y recios, fanfarrones, crueles, hechos a la miseria, el sufrir y las fatigas, con todo por ganar y nada que perder salvo la vida, renegando a cada paso en todas las lenguas de España, acuchillándose entre sí en los ratos libres que no empleaban en degollar a terceros, caminaron tras las rotas banderas en busca de pan que llevarse a la boca. Así llenaron los espacios en blanco de los mapas, las tierras incógnitas. Y sin pretenderlo, de rebote, los que regresaron vivos trajeron Méxicos y Perús, riquezas hasta para quienes nunca arriesgaron nada. E historias fascinantes que escuchar.

Pensaba en eso viendo a los cuatro soldados de los modernos tercios que aguardaban en el aeropuerto. La misma hambre, me dije. El mismo dilema. Quedarse en esta tierra estéril y enferma es languidecer. Recordé haberlos visto toda mi vida en cien rincones perdidos del mundo, alojados en hoteles de veinte dólares donde nunca para un hombre de negocios acomodado. Planchándose ellos cada mañana su único traje, como otros se revestían el arnés y el acero, antes de echarse a la calle a pelear de nuevo. A arrancarle el botín a la vida donde ésta se deja. Lo mejor de nuestra fiel infantería: empresarios y comerciales españoles que no gastan más de lo preciso en dormir y comer, sobrios y tenaces; pero que cada mañana, a la hora del combate, riñen con esos otros a quienes todo sobra, tumbando a base de iniciativa e imaginación a competidores de grandes compañías gringas que han hecho masters en Harvard y escriben sin faltas de ortografía; y que sin embargo se ven, sin comprenderlo, acuchillados por esos tipos duros, hambrientos y mal afeitados que no tienen Visa Oro pero saben arreglárselas para hacer lo imposible, por pura necesidad y desesperación. Porque hablan la lengua, o se la inventan. Porque lo de buscarse la vida, asaltar murallas para cobrarse pagas atrasadas o pelear en una trinchera, hambrientos y con el barro hasta los huevos, lo llevan en la sangre. Pensé en todo eso, como digo, mirando a esos tipos en la sala de espera del aeropuerto. Nunca imaginaréis, concluí, con cuántas cosas me reconciliáis de nuestra perra España. Calculé sus noches solitarias velando armas, mirando ventanas de cielos extranjeros. La soledad y la dureza del combate librado a tus solas fuerzas, sabiendo que el único día fácil es el que dejaste atrás. Hombres y mujeres valientes, soldados metidos muy adentro en territorio enemigo, que llevan al hombro, a su manera conmovedora, la vieja aspa de San Andrés: los colores de sus modestas empresas -«I am from Murcia», oí decir a uno en El Cairo, hace treinta años, al policía que le pidió la cartilla de vacunación que no llevaba-. Batiéndose a ciegas por la negra honra y por desesperación. Por hambre. Mal pagados e ignorados en su tierra, como siempre. De nuevo, también como siempre, la misma historia. No sabemos vivir de otra manera.



Y con permiso, otra cita del Burgalés más famoso de todos los tiempos:

Allí aguijan los caballos, allí los sueltan de riendas. En saliendo de Vivar voló la corneja a diestra, y cuando en Burgos entraron les voló a la mano izquierda.

Se encogió de hombros el Cid, y meneó la cabeza:

—¡Albricias, Fáñez, albricias!, pues nos echan de la tierra, con gran honra por Castilla entraremos a la vuelta.

Nuestro Cid Rodrigo Díaz en Burgos con su gente entró.

Es la compaña que lleva, de sesenta, con pendón.

Por ver al Cid y a los suyos, todo el mundo se asomó. Toda la gente de Burgos a las ventanas salió, con lágrimas en los ojos, tan fuerte era su dolor.

Todos diciendo lo mismo, en su boca una razón:


¡Dios, qué buen vasallo el Cid! ¡Así hubiese buen señor!

Aunque de grado lo harían, a convidarlo no osaban.

Es la Historia de España, nuestros mejores recursos dilapidados por gobiernos imbéciles, hay veces que me da por culo ser español...

Que Fortuna nos sea propicia.

10 comentarios:

  1. Mi buen amigo,(como siempre escribes verdad y con las narices que te caracterizan).lo de España es una miel....pero vivimos en ella ¿no?.creo que la realidad es que muy pocos salimos a la calle (aunque lo hiciéramos tampoco conseguiriamos nada),nos estan acojo...de tal forma que pocos son los que dan la cara.No sé pero algo hay que hacer para que ESPAÑA la nuestra vuelva a ser lo que un dia fué,digna,orgullosa y noble.Besos de luz para ti y los que amas.

    ResponderEliminar
  2. ¿Me puede alguien explicar, por qué cuando la guerra de Irak salió media España a la calle, y ahora, que había que salir para echar a ZP, está todo el mundo en su casa?

    Por cierto, que yo también me veo reflejado. Yo saldré a Italia el 21 para regresar el 22. Después de todo el día currando, cuando termine mi jornada, me toca viajar, llegar a las tantas, irme al hotel que está a 50 Km, y al día siguiente, después de estar todo el día reunido, me toca regresar a España casi a las 24:00, para volver a levantarme a las 6:30.

    Y esto no es nada con lo que curra la mayoría de la gente, sobre todo en el campo, o en el mar, o en cualquier sítio.

    ¡Ah!, eso sí, para los europeos somos unos vagazos.

    ¡Para mear y no echar gota!

    Miguel

    ResponderEliminar
  3. Maria, soy chato, pero me gusta ser sincero. Me gusta ser y sentirme español; no se porque pero me gusta.

    ResponderEliminar
  4. Miguel, ningún europeo que halla viajado dirá que somos vagos. Dira que nuestro sistema de taifas es inasumible y dirá que aquí la calidad no se prima, pues se prima más la cantidad que la calidad y eso no es bueno.

    ResponderEliminar
  5. Si es que aquí siempre hemos sido unos incomprendidios... Y además, siempre, o casi siempre, hemos estado mal gobernados, así es que lo que nos toca es luchar contra los elementos y sacar ese pecho que nos hace tan espoñoles...

    Un abrazos

    ResponderEliminar
  6. Hola Temu:
    Da gusto ver que aún hay gente que no les avergüeza "decir España" o "soy español". Me enravieta cuando se habla de España como "el Estado", y la verdad, España es un "estado" pero de sinverguencería". Cada cosa con su nombre propio. Que conste que la derecha no me convezce y la izquierda me averguenza.

    ResponderEliminar
  7. Me he enterado de lo que te ha pasado. Me alegro de verte por aquí. Espero que te recuperes del todo, pronto.
    Muchos besos (suaves, por si te duele la cara).

    ResponderEliminar
  8. Temu. Haz como yo que me he sacado el pasaporte de mi patria es el mundo y mi familia la humanidad.
    Aunque a la larga creo que tambien nos puede dar por culo, tal y como esta el panorama.

    ResponderEliminar
  9. Yo estoy orgullosa de ser española, aunque me toque defender lo indefendible fuera de nuestras fronteras. Lo ideal? Ni fronteras, ni discriminaciones, ni odios, ni miedos... Pero eso ya sabemos todos que es una utopía y que los intereses económicos priman sobre todos los demás.

    Un beso, pater. Cuídate mucho.

    ResponderEliminar
  10. No me creo esa épica de brillantina, me parece falsa como un decorado de cartón piedra. Tras esas sublimaciones de Reverte proclamando una vuelta al viejo espíritu del Imperio Español hay un escapismo de la realidad que nos toca vivir cada día. Detrás de esos tercios de ejecutivos abriéndose espacio en la selva con sus maletines y sus ipod está el mismo poder imbécil y absurdo que gobierna este país y también los otros, no lo olvidemos. En todos los países gobierna ese mismo pulpo y esos hombres solo son su tentáculos, mal que le pese al académico.

    ResponderEliminar

Piensa como piensan los sabios, más habla como habla la gente sencilla. Aristoteles (384 AC-322 AC). Filósofo griego.